Y tú estabas sola en casa sin saber lo que pasaba.
Jornada primera
Visito Sacré Cœur y la Bastilla. Quedan bajo cielos desiguales, antagónicos. La basílica se halla a los pies de un cielo adjetival, abstruso, displicente; la plaza se sitúa debajo de un cielo verbal, telúrico, confinante. La homogeneidad del plano radiocéntrico que presenta esta ciudad confronta abruptamente con la heterogeneidad de su cielo. La observación de este fenómeno me deja atorado.
Jornada segunda
El Louvre. Tengo en un cuaderno apuntada una reflexión que en algún lugar leí a alguien, pero no recuerdo dónde ni tampoco a quién, una impresión de un visitante al finalizar el recorrido por las salas de Mesopotamia y Egipto, después de contemplar a Gilgamesh o al Escriba Sentado, encarar la escalera y toparse con La Victoria de Samotracia, alígera y alba. De toparse con los griegos: o el paso de la servidumbre, de la grisura, de la miseria autoritaria hacia la vida, la inteligencia, el sexo, la danza.
Regreso extenuado. Antes de dormir, enciendo la televisión: dos películas de autor, un documental, una tertulia, un noticiario, dos programas culturales. Mi acompañante comenta: aquí no hay telebasura. Mi juicio es enormemente limitado, pero lo cierto es que unos días después no he encontrado programa alguno que pueda ser considerado como tal. Tuve un profesor que solía relacionar telebasura y capitalismo, pero yo jamás aprecié causalidad. Si acaso tenemos que investigar a partir de alguna correlación deberíamos cambiar capitalismo por catolicismo y estudiar hasta qué punto desarrollar diariamente el espectro de emociones asociadas a la religión, que embraga y endenta nuestra cultura, nos hace propensos al consumo de estos espacios.
Jornada tercera
El Palacio Nacional de los Inválidos. Escribió Ortega en el Prólogo para franceses: «empujando mi soledad por las calles de París, caía en la cuenta de que yo no conocía en verdad a nadie de la gran ciudad, salvo las estatuas». Es el Ortega reo del exilio exterior, de la soledad parisina, el Ortega que escribe a Victoria Ocampo: «atravieso la etapa más dura de mi vida. Muchas veces en estos meses he temido morirme en el sentido más literal y físico, pero en una muerte de angustia».
Reflexiono sobre la clase de traumas que puedo tener si en una visita a Los Inválidos no tengo otra cosa que hacer que acordarme de Ortega, más aún teniendo en cuenta que realizo la visita acoplado a un grupo de jóvenes Erasmus polacas con las que intercambio comentarios, risas y teléfonos. Un encuentro con Erasmus polacas, esto es justamente lo que necesitaba Ortega y lo que necesitan y necesitarán todos los orteguianos.
Jornada cuarta
Charlie Hebdo. Difícil. Duro. Recuerdo aquel día, luego el Je suis Charlie -infinitamente más valiente que el Je suis Ahmed, ya que, aunque probablemente la solidaridad que se muestra en ambos derive del miedo, el primero lo resiste y el segundo claudica-. Alcanza mi memoria el artículo que escribió Arcadi Espada. Tengo claro quién atacó, pero no tengo claro a quién se atacó. En el avión a casa lo releo, pero no puedo estar de acuerdo. No pasé por el supermercado de la cadena Kosher, pero allá también se asesinó a cuatro personas. Personas que no eran periodistas, personas que no murieron por la libertad de expresión, personas que, sin embargo, tenían algo en común con las víctimas de la sede de Charlie Hebdo, ya que desde la óptica de quien disparó todos ellos eran infieles, todos nosotros lo somos. No fue un ataque, a mi juicio, a la libertad de expresión y mucho menos al periodismo, y si no, recuérdese que lo que escribió Salman Rushdie fue una novela.
Si está usted interesado en la temática central de este último párrafo, le pido por favor que lea este texto que yo releo cada poco tiempo.
Jornada quinta
Me encuentro con sendas manifestaciones, una a la salida de Berthillon y otra tras estar en Aux merveilleux de Fred. Ante ambas me siento un burgués a la manera de Balzac, quien calificaba como tal a cualquiera que pensase de forma mezquina.
No se escucha música alguna, pero media hora más tarde me sorprendo tarareando On lâche rien mientras venzo la puerta de mi alojamiento.
Jornada sexta
La persona con la que más he conversado en estos días de viaje comparte conmigo la siguiente imagen, a la cual adiciona una cita de Guy Debord: El espectáculo es una representación independiente de la realidad. Quizá también le sea apropiada esta otra cita de Picasso que comparte Carlos Malpartida en Twitter: Hay que doblar la realidad objetiva, como se dobla una sábana, y guardarla en el armario.
Lo cierto es que la imagen genera en mí una apreciación opresiva: la contemplación de cómo el Estado emplea la Nación para protegerse del Pueblo.
(…)
Portugal ganó por un gol a cero.
La reflexión del Louvre es de Toño Escohotado.
Un saludo.
Muchas gracias, Jota, no conseguí recordarlo.