A Özil lo cogieron saliendo del Boujis, un londinense club nocturno, que es como los señores de la prensa deben llamar a las discotecas, en familia, y también en el periódico. Cuenta Fel Blán (advisor de Mesut) que es frenética la actividad en los baños del Boujis. Tan concurridos como las bocas de metro de la Castellana a partir de minuto 10 de cualquier encuentro en el Bernabéu. Sin preguntar (como es regla) indica que el local sito en South Kensington, es el Gabana de Londres, “pequeñito y oscuro”. Un templo LET, vamos.
A Özil lo han pillado en fuera de juego, como a Soldado, porque Soldado habita constantemente en esa posición, igual que Florentino Pérez y su legión de efebos directivos, de musculada figura y rubia cabellera al viento, haciendo como que dirigen el Madrid.
Siempre que un jugador con fama de fiestero deja la Liga Española se le suele sorprender tras animada velada. Pasó con Guti en Turquía, con Dinho en Italia y ahora con Özil en Inglaterra. Extraño fenómeno éste, en un país en el que el periodismo deportivo se ha teñido, cual quinceañera rebelde, de tonos amarillos y rosáceos. ¿Protección? ¡Qué me dices! -que diría Fel-.
Pero lo grave de Mesut no es que lo cojan (que también), sino que lo cacen (pesquen si atendemos a su efigie de pez de río) tras perder ante el Manchester. Quizás debería tomar nota de Mesut, pues cuando salgo tras pachanguear, las derrotas las obtengo en la propia discoteca. Continuos e inoperantes intentos ante un catenaccio que firmarían Rocco o Herrera por parte de las mocitas a las que trato de entrar. Certero, directo, como un contragolpe entre Modric, Bale y Cristiano.
Özil, que como decimos no es poseedor de una apolínea belleza que haga de él un Paul Newman del balón, decidió resarcirse del amargo tropezón y triunfar en terreno ajeno a Rooneys y Van Persies, al menos, aquella noche. Sólo espero que la intermitencia de su juego no se extrapolase a su noctívago discurrir. Noche que se cerró en oscuro prostíbulo de aspiraciones huecas como escribe el Espinete twittero.
De la asiduidad con la que el alemán busque victorias más allá del fútbol, dependerá el cómo se le va a recordar.