Hace una semana, Slavoj Žižek escribió una suerte de tribuna que en la versión en castellano fue publicada por el diario El Mundo bajo el título ‘Contra el chantaje liberal’, de la que yo tuve noticia por el periodista Pablo Rodríguez Suanzes, quien en un tuit muy elaborado escribió: “En el periódico de mañana, una página de Slavoj sobre el -sic- «el chantaje liberal». Un ‘no hay que votar a Macron’ envuelto en mucho bla bla bla”. Un día después, cuando volví al TL de Suanzes para leer el texto -no compro ese diario por razones tanto fácticas como estéticas-, que no es más que una transcripción de este otro publicado por The Independent algunos días antes, vi otro tuit: “no vayas de guay, que Foucault es tres cuartos de lo mismo”.
Ignoro el contenido de ese cuarto que separa a Foucault de Žižek, pero se me ocurre que en él está la clave ya que, a mi juicio, Foucault nos da una herramienta extraordinariamente útil para luchar contra el populismo: la parresía.
Durante la gala de Los Globos de Oro, Meryl Streep realizó una diatriba contra Donald Trump en particular y contra el populismo en general de la que destaco una frase: “si todos los extranjeros que trabajan en Hollywood fueran expulsados sólo veríamos fútbol americano o artes marciales mixtas”. Esta frase es epítome de cómo no se debe combatir al populismo, es epítome del elitismo, de la superioridad moral, de la sofisticación cultural; del cóctel que les lleva a pensar que estas divergencias les sitúan en un plano superior al de aquel que apoya al líder populista, aquel cuya opinión política, al igual que sus gustos carece de valor, de razonabilidad alguna. Thomas Frank lo expresó muy bien en una columna en The Guardian que Carlos Prieto traduce para El Confidencial: “La América de cuello blanco se ha pasado todo el año insultando y silenciando a todo aquel que no compartiera su valoración. Y resulta que han perdido. Quizá ha llegado la hora de valorar si su estridente santurronería, bramada desde un estatus de clase alta, echa para atrás a la gente. Un problema aún mayor es que una especie de complacencia crónica echó raíces hace años años en el progresismo americano… Es el progresismo de los ricos, que primero falló a las clases medias, y ahora ha fallado electoralmente”.
Pero vayamos al concepto (a partir de aquí el texto se vuelve académico).
Foucault no busca estudiar las relaciones saber-poder, sino que busca analizar el régimen de verdad que caracteriza a cada sociedad; en lugar de realizar una descripción de los discursos verdaderos desde la lógica interna de su validez y constatación busca analizar la producción de enunciados en el seno de prácticas muy específicas de gobierno de los hombres; en lugar, en último término, de certificar la muerte del sujeto busca mostrar las operaciones que han hecho posible el assujettissement de los individuos a una relación de gobierno.
Pero ¿qué es la parresía? La parresía es el decir veraz público enfrentado al poder. Este concepto tiene una estrecha relación con la aleturgia, esto es, la relación del sujeto consigo mismo a raíz de un hacer veraz que le viene impuesto exteriormente. Francisco Alcalá referencia el ejemplo cristiano, en el que la autoridad exterior es el Director de Conciencia y enuncia que “es probable que no sea posible imponer una hegemonía si no es de acuerdo con una aleturgia». Así, el gobierno lo es en tanto que presenta como condición de posibilidad el gobierno sobre los otros y no la subordinación. Por consiguiente, la parresía es la confrontación con el poder, el compromiso absoluto con la verdad enunciada.
La situación de Platón con Dionisio en Siracusa, sobre la cual hay referencias muy interesantes en la Séptima Carta de Platón y también en La Vida de Dion de Plutarco, ejemplifica el uso de la parresía ya que el filósofo griego se dirige a un soberano, a un tirano, y le dice que su tiranía es perturbadora y desagradable porque la tiranía es incompatible con la justicia; entonces el filósofo dice verdad, cree estar diciendo verdad y también corre un riesgo (puesto que el tirano puede enojarse, puede castigarlo, puede exiliarlo, puede matarlo). Por consiguiente, el parresiastés es alguien que asume un riesgo y la parresía, pues, está ligada al valor frente al peligro: exige coraje para decir la verdad a pesar de algún peligro.
Es por esto que los parresiastés deben correr el riesgo de decir la verdad, así que el rey, el tirano o el líder populista de nuestros días generalmente no pueden usar la parresía, dado que ellos no arriesgan nada. Además, la amenaza ha de provenir del Otro, y, por lo tanto, requiere una relación consigo mismo: el parresiastés se prefiere a sí como un verificador de la verdad más que como un ser vivo que es falso para sí mismo.
De este modo, el peligro viene siempre del hecho de que dicha verdad es capaz de lastimar o enojar al interlocutor. La parresía es, pues, siempre un «juego» entre el que expresa un decir veraz y su interlocutor. Así, la parresía, por ejemplo, puede ser el consejo de que el interlocutor se comporte de cierta manera, o la expresión de que está equivocado en lo que piensa o en la forma en que actúa, etc. En el caso que nos interesa, la defensa del ciudadano contra aquel mandatario que no dice verdad, la parresía viene a ser una confesión para alguien que ejerce poder sobre él, y es capaz de censurarlo o castigarlo por lo que ha hecho.
La función de la parresía no es demostrar la verdad a otra persona, sino que tiene la función de crítica: la crítica del interlocutor o del propio orador: «esto es lo que haces y esto es lo que piensas, pero esto es lo que no debes hacer y no debes pensar»; «así es como te comportas, pero así debes comportarte»; «esto es lo que has hecho, y estabas equivocado al hacerlo.» Por tanto, la parresía es una forma de crítica, ya sea hacia otro o hacia uno mismo, pero siempre en una situación en la que el hablante o confesor está en una posición de inferioridad con respecto al interlocutor. El parresiatés es siempre menos poderoso que el otro con quien él o ella habla. La parresía viene de «abajo», por así decirlo, y se dirige hacia «arriba».
En último término, en la parresía, decir la verdad se considera como un deber. El orador que dice la verdad a aquellos que no pueden aceptar su verdad, por ejemplo, y que puede ser exiliado o castigado de alguna manera, es libre de guardar silencio. Nadie le obliga a hablar, pero siente que es su deber hacerlo. La parresía está así relacionada con la libertad y con el deber.
A modo de resumen, la parresía es una clase de actividad verbal en la que el hablante tiene una relación específica con la verdad a través de la franqueza, una cierta relación con su propia vida a través del peligro, un cierto tipo de relación con él mismo u otras personas a través de la crítica (bien autocrítica o bien crítica de otras personas), y una relación específica con la ley moral a través de la libertad y el deber. Más concretamente, la parresía es una actividad verbal en la que un hablante expresa su relación personal con la verdad y arriesga (en ocasiones hasta su vida) porque reconoce la verdad como un deber de mejorar o ayudar a otras personas (así como a sí mismo). En la parresía, el hablante usa su libertad y elige la franqueza en vez de la persuasión, la verdad en lugar de la falsedad o el silencio, el riesgo de muerte en lugar de vida y seguridad, la crítica en vez de la adulación y el deber moral en lugar del interés propio y la apatía moral.
Quizá la parresía sea un camino útil para confrontar al populismo, desde luego me parece más interesante que ponerse una banderita de la Unión Europea junto al avatar de Twitter y llamar idiota a todo aquel que respalda a opciones políticas que se perciben populistas.
¿Tienes ejemplos de parresía fuera de Foucault? Me refiero a textos o referencias
En ´On the Embassy´, escribe Demóstenes: «es necesario hablar con la parresía, sin retener nada y sin ocultar nada».
En la ´Primera Filípica´, Demóstenes vuelve a citar el término y dice: «te diré lo que pienso sin ocultar nada».
La fuente es la página novena de ´The Concept of Truth´. Muchas gracias por el interés, espero que haya podido responderle adecuadamente.