Hace algunos días, César Rendueles señalaba que Podemos «había vivido desde el minuto 1 bajo un régimen ultracompetitivo brutal, con elecciones permanentes». En Vistalegre II esta tónica se ha llevado al límite, realizándose una apuesta por un modelo adversarial en el que los conflictos han sido resueltos a través de la regla de la mayoría. Tal ruta errónea impide cualquier conato de cohesión entre corrientes a través del mantenimiento y la valoración de aquello que resulta común. Se llegó de este modo a un escenario dividido entre dos opciones mayoritarias con proyectos distintos, cuasiantagónicos.
Una primera propuesta, la de Íñigo Errejón, se decantaba por un «Podemos de mayorías» con vocación estructural, una apuesta que me resultaba particularmente interesante en la medida en que, siguiendo un proceso bifásico, se buscaba una adaptación procedimental y técnica por parte del instrumento político para, una vez identificado y conocido, poder transformar el propio modo de ser del sujeto político de destino.
La opción encabezada por Pablo Iglesias es deudora de un carácter episódico mucho más marcado, siendo la acción de protesta fundamental en la actuación política. El Podemos que sale de Vistalegre II es, por consiguiente, un far-left party, del subtipo radical left.
Desde ahora, mi miedo es claro: que en España se dé un proceso de sinistrisme, a la manera que Albert Thibaudet lo definió en Les idées politiques de la France (1932).
Escribes muy bien, deberías hacerlo más.
Muchas gracias, Pablo.